A estas alturas nadie puede poner
en duda que la privación de una vivienda digna se ha de considerar como una de
las manifestaciones más visibles de la pobreza y la exclusión social (Navarro,
2005). Afectando a otros elementos colaterales como el absentismo escolar, la
falta de salud física y psíquica, conflictos familiares, desempleo, etc…
Situándose todos ellos como agravantes en cuanto a costes sociales que inciden
en la vulnerabilidad para iniciar un proceso de exclusión social (Laparra,
2007).
Siendo una responsabilidad de las
administraciones públicas el que los ciudadanos dispongan de una vivienda digna
como derecho, tal y como recuerda el artículo 25 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado
que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial
la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los
servicios sociales necesarios ….”, el artículo 11 del Pacto Internacional de
Derechos Económicos Sociales y Culturales: “El derecho de toda persona a un
nivel de vida adecuado para sí y su familia, incluso alimentación, vestido y vivienda
adecuados, y a una mejora continua de las condiciones de existencia”, o el tan
aludido artículo 27 de nuestra Constitución: “Todos los españoles tienen
derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes
públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas
pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del
suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La
comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los
entes públicos.”
Pero esta obligación por parte de
las administraciones viene siendo olvidada y no atendida. En el período 1997 al
2012, se iniciaron en España 6.977.176 viviendas, más de cuatrocientas mil
anuales, de ellas el 86% fueron de promoción libre y tan sólo el 14% de
promoción pública. Según el último censo de viviendas España dispone de más de
veinticinco millones de viviendas, de las que el 14% se encuentran vacías
(3.443.365 viviendas).
Pero no solamente las
administraciones dejaron de lado la función social de la vivienda al no
promocionar éstas con carácter público, haciéndolas accesibles económicamente a
la mayoría de la población, sino que la utilizaron como bien de inversión y de
especulación obteniendo con ello grandes réditos económicos. Por poner un
ejemplo por aquello de que estamos en Málaga, aunque podría ser extrapolado a
cualquier otra provincia de parecidas características, el Ayuntamiento de la
capital realizó una previsión de ingresos en su presupuesto del año 2006 en
aquellos aspectos relacionados con la construcción de más de doscientos once
millones, lo que suponía el 22% del total del presupuesto. En los mismos
conceptos en el presupuesto del año 2013, estos ingresos se redujeron a tan
sólo catorce millones, representando el 2% del total del presupuesto, lo que ha
supuesto una disminución del 93% del año 2006 al año 2013.
Ante esta situación por todos
conocida, la realidad en cuanto a desahucios que se viene viviendo desde el
estallido de la burbuja inmobiliaria, sigue sin ser abordada con los medios y
con la urgencia que se merece. Donde Málaga se sitúa como la primera provincia
andaluza con mayor número de lanzamientos (desahucios) realizados
positivamente, llegando a superar los nueve mil en los últimos seis años, y más
de treinta mil en el conjunto de Andalucía.
De ahí que lo vivido
recientemente en el gobierno andaluz en donde se ha generado todo un conflicto
al más alto nivel a la hora de dar solución a un problema que lleva años sin
abordarse de manera contundente, hace que surjan muchas preguntas para las que
a veces no se encuentran explicaciones.
Los Trabajadores/as Sociales como
profesionales de referencia en los Servicios Sociales, deberíamos de ser y
estar de manera constante alertando y exigiendo respuestas adecuadas a esta
problemática, que sólo pasa por una solución: la existencia de viviendas
suficientes.
Es inasumible que miles de
personas se encuentren en lista de espera que les incapacita a la hora de
desarrollar un proyecto de vida, facilitar alojamiento a sus hijos o a las
puertas de procesos de exclusión. Por lo que es prioritario que se establezcan
objetivos calendarizados donde se ponga fecha a esos cientos de miles de
ciudadanos malagueños y andaluces que esperan una vivienda digna. Que la
vivienda sea considera de una vez por toda como un derecho de ciudadanía y que
como tal sea un instrumento que venga a facilitar cuotas de bienestar social.
Donde su gestión debiera de incorporarse al Sistema Público de Servicios
Sociales, superando otros intereses especulativos y meramente económicos como
hasta ahora ha venido siendo y presumiblemente se quiere continuar que sea.
¡Muy interesante, Rafa!
ResponderEliminarMuchas gracias.
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