Los datos reflejan la paradoja de la evolución de los últimos 16 años: mientras los indicadores monetarios han marcado una tendencia al alza (PIB, activos financieros e inmobiliarios), el bienestar social de la población apenas mejora, y los ciudadanos se muestran convencidos de que viven en una sociedad injusta y con instituciones políticas poco fiables.
Además de este índice de bienestar global, los autores han agrupado distintos indicadores que les permiten sacar conclusiones en tres aspectos. En cuanto a las condiciones económicas y ecológicas del bienestar social, aumentan la desigualdad y la pobreza; mientras que a raíz de la crisis, se derrumba el empleo y se reduce la contaminación y la dependencia energética. En políticas sociales, mejoran los indicadores de salud, (el ámbito social más valorado por la población); se gasta más en educación sin que mejoren los resultados escolares; el acceso a la vivienda se hace más difícil y se disparan los embargos y desahucios; y se da una mejora relativa de la protección social con un bajo nivel de gasto público.
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